domingo, 25 de octubre de 2015

Soledad nota 1







 La soledad acaricia éstas sombras que me envuelven, me envuelve ella así, como queriendome, como atandome a su fría noche, más oscura que mi piel y mis manos hoy, que no hay luces que decoren éste cuarto, éste cuerpo que permanece inerte, gastando al tiempo en desuso, remolcando ni yo se ya, que tanto polvo.
La soledad vuelve tortuosos los sonidos de ayer, viajan por callejuelas indecibles, voces y risas, llantos y alaridos que sólo hacen pensar en el tiempo que se fue, sólo me alejan, hoy de aquí. 
La soledad me recuerda a mí. Ella me acaricia tan profundo que me encuentra aún allí, aún en la oscuridad, aún a pesar del tiempo, aquí como naciendo, tantas veces una y otra vez.

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Esta noche

15-07-09
Ésta noche
Esta noche fría y enmudecida,
es aún más triste que una risa muerta de miedo.
Aún más putrefacta que esa lengua,
aún más dolorosa que la memoria.
Esta noche que encandila de penumbras a esta tinta,
se ha metido en mi sangre,
empapada de muertes,
recorre las pieles de mis dudas,
esta noche con ojos de lluvia,
se hundió en el mar del insomnio,
rompió los cristales de un aura que no llega.
Se detuvo y empuñó las miserias de mi alma.
Esta noche, tan mía,
me duele en todos los rincones del amor.
La oscuridad acaricia mis llantos,
la inocencia, el dolor,
reposa su fuego en mis labios apretados,
en mi mirada inerte,
en el misterio del adiós.
Ecos de lluvias, ecos de noches,
ecos de amor,
que retumban, resuenan, renacen,
que no paran de doler.
La noche se escribe y se dibuja,
la noche nace otra vez, otra noche.
Recortes de sonrisas viejas,
sueños, miedos,
una melodía triste que vuelve a volver.
Vientos cargados de silencio,
vientos de voces,
vientos que aturden,
que calman,
que caen,
vientos que elevan,
vientos que sucumben,
sin destino.
Esta noche fría y enmudecida,
ésta noche
en que ya he repasado las oscuridades de mi alma,
ésta noche, se niega a morir,
pero no volverá, otra vez, a ser libre.
Ésta noche se ha tragado mi vida,
me ha visto perecer,
desnuda, bajo la luna, sobre la luna.
Ésta noche puta, no se me desprende de la piel
y le pesan los recuerdos,
me tropiezo viejas caídas,
otras noches,
todas las noches tristes reencarnadas,
y con un nuevo llanto,
todas las putas noches vacías,
todos mis alaridos mudos.
Desprendo mi piel,
desde el pecho, todo el cuerpo,
la doy vuelta y encierro a las tristezas en ella.
Renacer, sin noche.
tiemblan mis pies, tiembla mi vida vacía,
llora mi alma, nostalgia.
Sudo otra piel,
con otro nombre,
con las mismas noches amontonadas,
sedientas de mí
pegadas en la esencia misma de mi vida,
en mi espíritu carcomido por las noches.
renacer,
otra vez con la luna en mis pestañas.


Memoria

22-03-10

Mi cuerpo no ha sentido el encierro,

El latigo, la cadenas.

Mi cuerpo es joven,

Han visto mis ojos desesperación,

Hambre y miseria,

No han sido vendados,

ni cegados por paredones

o pegados a pisos fríos.

Mi cuerpo no recuerda el dolor,

Del golpe de culata, de electricidad,

El ahogo, la muerte.

Mi cuerpo no ha vivido las torturas es cierto,

Mi cuerpo ha llegado tarde para esa lucha,

Para tantas luchas,

Para pelear en esa guerra,

en el comienzo de esta guerra,

a derramar su sangre con la de tantos.

Mi cuerpo se siente tan pequeño!

No recuerda, oye, no logra recordar días de lucha,

Olor a muerte en las calles, casas, cunas.

No mi cuerpo,

Pero yo tengo memoria,

No recuerdo a los dictadores asesinos,

Pero no los olvido ni los olvidare,

Como a aquellos que lucharon, los que no están

y dejaron sus fuerzas en el aire,

los que pudieron hacerlo y callaron.

Mi memoria no se ata a mí, a lo poco que he vivido

Con mis cortos 20,

Mi memoria me traspasa,

Trasciende.

Mi memoria grita,

hace ecos en mi mente y me recuerda mis hermanos,

los amigos, tantos padres e hijos!!!

Mi memoria ha visto sangre,

Llora las lagrimas derramadas,

Huele tanta muerte podrida,

Siente la sangre correr

De 30000, 3000, de tantos… millones,

del 76, del 21, del 30, de 1492, del 1880,

del 2008, del 2010

de tantos padres que he tenido,

por tantos hijos de puta,

que se suben al peldaño,

que escalan las cabezas de sus hermanos

para caer en lo mas bajo de la humanidad, lo mas vil,

traidores, que se producen, reproducen, y sustentan

del robo, de la humillación,

la explotación en la peor de sus formas.

Se alimentan del olvido,

Del silencio, de tu puto silencio, del mío,

del de todos los oprimidos.

Hasta que la memoria de la gente reviva,

Que resurjan los recuerdos,

Cuando extrañen la verdad del vivir de verdad,

De la libertad, de la grandeza de ser tan animales que no nos dejemos reprimir por el capital y por las putas vestimentas verdes, azules, marrones, y tantas otras que nos vende y nosotros pagamos, por acribillar nuestra humanidad,

Para matar nuestra tierra,

Todo, todo lo que fue nuestro.

Pero, la memoria verdadera renacerá en tu memoria de vida,

Y encendera la llama de la bronca, del dolor tan antiguo,

Querran luchar los mas niños,

Querran recuperar al menos algo de su humanidad.

Y explotará, el edificio del capital,

se derrumbaran las instituciones creadas sobre sangre.

Y con las manos sucias de libertad y tierra, no sobrevivirá más que aquel que en su memoria sepa cómo se es HUMANO.

Los ángeles y las musas

Los ángeles y las musas suelen tener amoríos eternos y son fieles amantes del buen sexo. Dicen que las musas tienen orgasmos tan largos como una estación nuestra, que su dulce y envolvente gemido puede enloquecer y hasta matar a un ángel mal comido, desacostumbrado, o con problemas de edad avanzada; dicen a la vez que un ángel joven, y en buen estado, si es de los que vienen con el don de la dulzura, llega en ocasiones a pulverizar una musa solo con sus labios, que les derriten el alma al besar tan suave, tan tierno, que las envenenan de tal dulzura que acaban enfermas, viciosas de su sexo. Los ángeles viven en la comunidad angelical, donde hay bosques de flores y helechos que serían el regalo perfecto para unos ojos bien sabios, hay tantos bosques como diferentes clases de ángeles, donde éstos conviven. Las musas viven en una arboleda que rodea los bosques, con árboles rojos, amarillos, azules, violetas y blancos, cada uno con un particular perfume, todos exquisitos, que provocan una sensación de ligereza en el cuerpo y de paz en el alma tan especial que nadie quiere estar allí sólo una vez, tienen parques de rosas y floripondio, donde pasean por las noches de lunas llenas. Ellas duermen en las copas de los árboles o dentro de los troncos abiertos de árboles muy, pero muy viejos, y sólo descansan lo suficiente para volver a estar en pie, son creyentes de que la vida está para aprovecharla con los ojos abiertos y no viendo hacia adentro, el mundo es muy bello y hay demasiadas cosas para probar en él.

Pero como no puede existir un sitio tan puro, tan feliz, tan equilibrado, las musas escasean, y los ángeles se matan entre ellos por conseguir una, tremendas guerras, tremendas matanzas ha soportado la comunidad angelical por ésta causa. Los ángeles se alimentan de helechos y beben el agua de del lago azul o de la cascada violeta, pero éstas no son las únicas necesidades vitales, sin sexo también mueren, y las otras dos necesidades están siempre al alcance ya que los helechos y el agua son superabundantes.

Los ángeles vienen de colores, y es lo que define sus cualidades. Me contaron que los rojos son los mejores amantes, los más tiernos, y fogosos, dulces y… soñados, ellos sólo mueren cuando les cortan la lengua, la mano derecha y colocan espinas en sus caderas, y son los preferidos siempre de las musas, por eso, hace un tiempo largo y lejano, toda la familia de los ángeles verdeagua, envidiosos, amantes violentos, poco resistentes, cabizbajos por herencia, por alguna historia de humillaciones pasadas, se unieron en complot traicionero, entraron un invierno al bosque de los ángeles rojos, a mientras dormían asesinarlos con facones de plata y espinas de rosas amarillas robadas de los parques de las musas. Murieron más de trescientos ángeles rojos, una pérdida terrible que lloraron todas las musas y lutaron por tres lunas, luto histórico por record de tiempo en la comunidad angelical. Pero como los ángeles rojos son los de mejor suerte en la selección natural sexual, se han reproducido muy bien, tanto que ya casi completan su número habitual en el bosque de jazmines. Las musas, dolidas, ofendidas y rabiosas, mataron durante el luto a la mayoría de los verdeagua traicioneros y juraron no volver a estar siquiera cerca de ellos para que los pocos que quedaron vivan el castigo y mueran envenenados en su propio néctar, que es lo que les sucede a estos seres súper sexuados luego de una larga abstinencia; de lo contrario tienen vidas muy largas los de buen color, buen sexo y que no son alcanzados por “el virus” (enfermedad que se produce por la propia envidia, el ego elevado, el odio y el amor ciego que los va carcomiendo desde adentro hasta que caen muertos, vacíos). Pero más allá del juramento, nunca falta alguna musa joven que se enamore enceguecidamente y haga el quiebre, olvidada del bien común, de la triste historia, de todo, perdurando así la clase detestada en la comunidad angelical. Como el caso de xiara, una musa adolescente que se enamoró perdidamente de un verdeagua pequeño, tristón, que conoció un verano paseando a la orilla del lago gris, un lugar frío, sin vegetación, pedregoso, al que muy pocos concurren habiendo muy cerca lugares tan bellos tan llenos de vida y de rincones más acogedores. Tuvieron una temporada de ardiente y fogoso sexo de la que salieron cinco verdeaguas, porque las musas no se embarazan, simplemente cuando hay fecundación los ángeles aparecen en las ramas de los árboles como por arte de magia. Cuando de esto supieron las musas viejas, reunidas en asamblea urgente y postergando toda su actividad, decidieron expulsarla de ese y de todos los clanes de musas, castigándola con el peor y más temido de los castigos: la convirtieron en musa asexuada, y la enviaron a vivir eternamente entre los seres humanos, facultades que tienen las musas solo cuando son mociones unánimes. Humillada, eternamente sin sonrisa, Xiara, vive con otras musas, también castigadas por diferentes motivos, anda en las noches oscuras solitarias, buscando inventarse un sexo, llorando con desconsuelo, hundida en la peor de las oscuridades del alma, en el peor de los castigos para cualquier ser. Pasa su tiempo espiando por las ventanas y puertas entreabiertas de los amantes, intentando sentir al menos algo, ya nunca un cosquilleo, ya nunca la piel erizada, ya nunca el temblor en las piernas que ni siquiera recuerda, anda haciendo ruidos, molestando de envidiosa, interrumpiendo felicidades ajenas, se volvió moralista, de resentida. Creo que la he oído alguna vez, y fue esa noche que me contó su historia.

18/01/08

Los primitivos primitivos

Una tribu de primitivos primitivos, vivían al norte y al sur de un país pequeño, tan grande como el planeta, planeta redondo, que ellos conocían. Habitaban tierras fértiles e infértiles, tenían animales de consumo, de fuerza de trabajo y domésticos. Tenían hijos, abuelos, madres, padres, amores y amoríos.

Los primitivos primitivos, dormían, se levantaban, trabajaban la tierra para conseguir que comer, comían, pasaban tiempo con sus familias, se reían, jugaban, bailaban, lloraban. La tribu tenía casas y hogares, dulces esperas y tristes despedidas.

No había un registro civil, ni una libreta de calificaciones, ni un libro de bautismos.

Los primitivos primitivos, eran una manada de hombres y mujeres, y niños y ancianos que vivían felices por no tener mas obligaciones que las asignadas por la naturaleza para sobrevivir, como trabajar para comer, cuidar al resto de los seres de la naturaleza, convivir en armonía con el mundo, y las designadas por su característica de sociedad, como el respeto por el otro, la solidaridad, el compromiso social de ser primero todos y el bien común, ellos ignoraban y no hubieran podido imaginar la ambición, la autodestrucción, el odio al diferente (porque nadie se consideraba diferente), las fronteras, las religiones.

No había un estado que coarte la naturaleza humana, todos naturalmente humanos, y sociales, y seres respetables entre otros tantos seres respetables.

Primitivos primitivos sin altoparlantes que les digan como se vive, sin monitores que les muestren como se vive, sin máquinas que les ahorren vida, sin vehículos que les acorten los caminos, sin rutas preestablecidas y con millones de caminos, y con sus cuerpos cuidados y valorados, y con cerebro, y con cerebro limpio.

Pero los primitivos primitivos fueron extinguidos, y hoy entre toda la mierda de esta sociedad inhumana que los suplantó vengo creciendo, desconforme, y daría sin dudar un segundo mi vida entera por un día con ellos, por retrotraer el tiempo, y convivir con ellos solo un día, y más aun por que mis hijos crezcan en la tribu, todo, todo lo que tendré y lo que pueda y no hacer, lo dejaría.

Mientras, solo trato de vivir lo más humanamente que puedo, aunque hoy las restricciones a la naturaleza son tan o más grandes que la sociedad, artificial.

Los primitivos primitivos, no conocieron al monstruo de las telecomunicaciones impersonales-

vacío

Ella quiso conocerlo, ahora quiere volver el tiempo atrás.

La sala gris se ilumino en la mañana, de llantos. La máquina de café (tan indispensable) había trabajado en penumbras la madrugada.

El cuerpo no se movía, parecía asustado, con sus gestos inertes. Tal vez solo aguardaba algo.

La vecina lloraba, como si se había olvidado de las pelotas en los vidrios, como si hoy la materia no importara, tantas veces lo había soñado ¿y ahora qué?

El viento se hizo sentir en la vereda empedrada.

Mamá alzó su cabeza, interrogando al cielo. Luego repitió los buenos valores característicos de todos los muertos, esas tantas cualidades que nadie observa en los transeúntes.

El café y los imparciales hicieron estragos en el aliento de papá, y en sus dientes. Pero no parecía importarle, ya que se propuso interrogar a todos los invitados, pues nadie los había invitado y estaban allí, acompañando, saludando, despidiéndose.

¿Porqué hay tanta gente? Preguntaban los pequeños que permanecían amarrados a sus sillas por el seño fruncido de sus madres, se contestan solos, y murmuraban que era el festejo de todos los cumpleaños que ya no iban a festejar, y por eso las caras largas, y por eso no podían jugar a resbalarse en el piso encerado, no podían correr, ni jugar a nada, ni ir a upa de la abuela. –Mamá dijo que está en el cielo, cantando con los angelitos-. –Mi papá dice que ya no me va a llevar a la plaza, pero que me va a cuidar desde el cielo, pero yo creo que el cielo es muy grande, capaz se aburre y vuelve-.

-Shhhh.

Luego de un prolongado y profundo silencio, el materno y negativo grito unisílabo desgarró las cadenas que amarraban los llantos, esos que te manchan, te ensucian, te contagian. Llanto negro que vacía el alma débil, que adelgaza de tanto líquido desechado, que convulsiona de tanto bombeo, de tanta sangre fría.

Ahora, todos los pies apuntan a un mismo punto y todos los oídos cuelgan de un mismo discurso suspirado.

Despedida. Lágrimas. Brillos oscuros en las miradas, y una sola frente se llena de labios tibios, pero se sigue enfriando. Adelgazando, alejando.

Las voces callan, la madera golpea la luz y encierra en penumbras los desechos orgánicos, que aún algunos llaman persona.

Yo estoy afuera. Quisiera decirles que aca todo es diferente, que acá el aire no es áspero, no lastima, no tiene ese color gris tan frío, ni ese gusto amargo, pero no puedo gritar, era el cuerpo el de los alaridos, el de los llantos, y el de las sonrisas. Ahora solo estoy triste, solo por tantas lágrimas desparramadas, y las bandejas de mis hombros están vacías. Quizás mañana aprenda a hablar desde este otro lado, para que me escuchen.

En este momento se hace de noche, o no sé que pasa, me inunda la oscuridad, ya no hay imágenes, ni la mía siquiera, desaparecieron los sonidos, ya no hay más nada, no sé que pasa, no veo ni siento nada, no hay nada, nada, nada.